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Te arrepentirás...

Acabo de terminar mi última novela cuyo título coincide, en principio, con el de esta entrada. Digo en principio, porque por primera vez, durante las 14 anteriores no me sucedió, dudo del título final. Como ahora estoy con la primera revisión/corrección, aprovecharé para estar atento a otra posibilidad.


Siempre elijo alguna frase o palabra que aparezca en el texto de la novela para usarla como título. Normalmente lo suelo tener claro casi desde el principio, como decía antes, en esta ocasión "Te arrepentirás..." puede no ser el definitivo.


Se trata de la tercera entrega de la comisario Rocío Prados. En la segunda, "Aunque sea lo último que haga" su hija, Patricia, cobraba un mayor peso en la trama. Recién terminada su carrera de periodista, comienza a realizar las prácticas de verano en La GaZeta Negra, una revista de sucesos al estilo del semanario "El Caso". En esta entrega compaginará la desaparición de su mejor amiga con la amarga lección de revivir una experiencia que creyó olvidada para siempre.


Creo que estará publicada a primeros del próximo año.


Os dejo el prólogo y las primeras páginas del capítulo 1 por si os apetece leer.


Gracias por vuestro interés.



Prólogo

El fin de semana había resultado muy especial para Patricia Prados, toda una sorpresa ofrecida por sus amigos, Marta, Pau y su pareja, Fernando. El viernes salieron rumbo a la casa que la familia de Marta posee en el pueblo de Venturada, situado en la sierra de Madrid. De fondo, el deseo de que la periodista olvidara, en la media de lo posible, su experiencia con el que fue su compañero de trabajo en la GaZeta Negra, Gus, que resultó ser el mismo personaje al que dedicó su trabajo de fin de carrera; el Asesino del Retiro. Una experiencia que ella sabía que en algún momento, cuanto antes mejor, tendría que superar para poder continuar con su vida sin verse afectada por los acontecimientos padecidos.

Habían transcurrido cuatro meses desde que la policía, con Rocío Prados al frente, accedió a la vivienda de Gus tras la agónica llamada telefónica de Blanca Morega, la madre del asesino, alertando de lo que estaba aconteciendo. Allí se encontraron a Patricia atada y amordazada próxima a ahogarse en su propio vómito.

La consigna inicial para el fin de semana pasaba por no hablar de lo sucedido y dedicar los días a pasear por la Sierra, comer en los pueblos cercanos y, ante todo, mantener la cabeza en el ilusionante futuro que a las dos parejas parecía aguardar.

Sí, sin duda, lo parecía.

En ocasiones, el destino esconde otros planes.


El domingo a medio día Patricia optó por regresar a Madrid en compañía de Fernando, se había comprometido con Emilio Cortijo, su director en la GaZeta Negra, a escribir un artículo, el primero desde que el Asesino del Retiro fue detenido y encarcelado a la espera de juicio.

Marta y Pau aprovecharían que contaban con un par de días libres y permanecerían en la Sierra.

Sí, el futuro se antojaba ilusionante para los cuatro amigos. Sin embargo, como la periodista bien sabía, a veces nos encontramos con situaciones que nos superan. Situaciones que jamás pensamos que nos tocarán vivir, por inesperadas, por dolorosas, por ser ese tipo de circunstancias impropias, que suceden a los demás, de las que nos enteramos por las noticias.

Cuando Patricia y Fernando se despidieron de sus amigos lo hicieron sin sospechar que ese preciso momento se marcaría en sus vidas como un antes y un después, para ella no era el primero en su corta existencia.

¿El último?

¿Quién sabe?




1

La comisario Rocío Prados abre el último número de la GaZeta Negra que María Esther le acaba de entregar por gentileza de Emilio Cortijo. Detiene la vista en el titular de generosa tipografía, habitual en la revista:

¿La última víctima del Asesino del Retiro?

Va directamente a la página que recoge el desarrollo de la noticia. Cierra por un instante los ojos, suspira con intensidad y lee:


“He tardado unos meses en escribir mi primer artículo y confío que sea el último sobre el mal llamado Asesino del Retiro. Me he tomado mi tiempo para analizar, si no todo, parte de lo acontecido. Agradezco de corazón las muestras de cariño recibidas desde tantos lugares, pero no soy yo la persona a la que deben ir dirigidos esos elogios.

Seguramente esta persona a la que me refiero en el titular no vendrá recogida en el largo y macabro listado de víctimas de este siniestro personaje, al que llamaré por su nombre; Agustín Marcial, un depredador insaciable como lo fue su padre. No vendrá en el listado porque no fue asesinada, al menos físicamente, sin embargo, si no la ayudamos entre todos, su vida será lo menos parecido a lo que cualquiera de nosotros confía en experimentar en los próximos años.

He hablado con ella en sucesivas ocasiones, reconozco que cuando la vi por primera vez esperaba encontrarme con una persona desagradable, orgullosa de lo que habían hecho su marido y su hijo. No fue fácil encontrarme frente a la madre del individuo que quiso acabar con mi vida, pero lo que vi me emocionó, no dejaba de pedir perdón una y otra vez. Su vida se había convertido en un auténtico infierno. No es de extrañar cuando has traído al mundo a un ser como Agustín Marcial y has compartido más de veinte años con alguien como Prudencio Marcial.

Gracias a ella, a Blanca Morega por grabar la cinta con la confesión y a su hermana Genoveva por llevar a la policía hasta la casa del asesino estoy escribiendo este artículo. Gracias a ella se pudo detener a su hijo y meterlo entre rejas. Su valor salvó mi vida y la de muchas otras personas. No sólo tiene mi perdón sino que cuenta con toda mi admiración y agradecimiento. Quiero pedir a aquellos que ven en ella a la madre del Asesino del Retiro, que la vean como una mujer valiente que tuvo el coraje de poner fin a uno de los mayores criminales de nuestra historia de crónica negra"


Patricia Prados.



Rocío volvió a leer el artículo. Al finalizar le pareció ver en la forma de expresarse de su hija algo parecido a una despedida. Esos meses a los que se refiere los ha pasado entre psicólogos y estancias en Santander, alejada de sus colegas de profesión. Su primera experiencia en el mundo de la delincuencia había sido demasiado dura. El cambio de estudiante feliz, por haber concluido sus estudios, con una pareja extraordinaria, a ver temer por su vida precisamente ante el protagonista de su trabajo de fin de carrera es una experiencia complicada de digerir.

“Mis inicios fueron más sencillos”

No obstante sentía un impagable orgullo por cómo lo estaba llevando. Su experiencia le decía que muy a su pesar aún no había terminado el caso del Asesino del Retiro. No había duda de que estaba cerrado, pero faltaba el juicio y con ello el volver a revivir el pasado. Esperaba que Patricia se mantuviera segura y confiara en ella misma durante lo que presumía iba a ser un largo proceso mediático.

—¡Buenos días, comisario!— el inspector jefe Mendía accedía al despacho de Prados.

—Buenos días, José Carlos...— respondió Rocío con aire ausente, la mirada en la GaZeta.

Mendía tomó asiento en una de las dos sillas situadas frente a la mesa de Prados. Dejó pasar el tiempo que su jefa y amiga estimara oportuno para regresar del lugar en el que sus pensamientos la hubiesen llevado.

—Disculpa, ¿has leído el artículo de Patricia?— señaló la revista.

Mendía se echó hacia delante. La vista en el periódico.

—No, sabía que estaba preparándolo pero no que ya había sido publicado.

—Toma, me lo ha hecho llegar Cortijo.

Prados rodeó la mesa y se acercó a la ventana, Madrid ofrecía la estampa habitual de multitud de personas con prisas de un lado a otro entre una continua sucesión de vehículos, autobuses, motos. Sí, la ciudad le ofrecía esa estampa pero Rocío no la veía. Ladeó la cabeza, se recogió el pelo y regresó a su asiento dispuesta a dejar sus pensamientos guardados en la carpeta que rezaba; pendientes.

—¿Qué te parece?

—Es un artículo que la señora Morega y su hermana agradecerán. Es sincero y muestra la forma de ser de Patricia, pero cuando he entrado te preocupaba algo, ¿era por lo que dice en el artículo?

—No es preocupación, sino que me ha parecido intuir algo así como una despedida— agitó la mano en el aire— tonterías mías.

—¿Despedida de la revista?

—Eso me pareció. Esperaré unos días para ver lo equivocada que estoy— cogió la revista que le devolvía Mendía y levantó la cabeza— si quiere dedicarse al mundo de la crónica negra o ingresar en la academia de policía debe enfrentarse a sus miedos— calló unos segundos— la pobre ha tenido un comienzo demasiado duro.

El teléfono sobre la mesa comenzó a sonar.

—Sí, María.

—Comisario, llama el director de la prisión de Alcalá Meco.

—Gracias, pásamelo— el rostro de la comisario formó un rictus de preocupación.

—Comisario Prados, tengo que informarla de un hecho preocupante. El preso Agustín Marcial Morega se ha escapado.

—¡¿Cómo dice?!

—Estaba siendo trasladado al módulo de alta seguridad de la prisión de Soto del Real, ha habido un accidente y ha huido. Acaban de avisarme, la Guardia Civil está haciendo todo lo posible para localizar al fugado. Lo lamento, sé que se trata de un individuo de especial interés para usted.

—¿Por qué lo estaban trasladando?

—Verá, eh… hace unos días, Marcial se vio envuelto en un altercado en el que puso fin a la vida de otro recluso.

“¿Puso fin? ¡Asesinó!”

Rocío guardó silencio durante unos segundos.

—Gracias, director.

Colgó el teléfono y llevó las manos a la cabeza.

—Agustín Marcial se ha escapado.

Mendía se incorporó como si de repente el asiento le hubiera soltado una sacudida.

—¿Escapado?

—Sí, confío que la Guardia Civil lo detenga cuanto antes.

—No podrá ir muy lejos— se echó hacia delante— me pregunto cómo un individuo como este se ve envuelto en una pelea y termina matando a alguien.

Rocío dobló la GaZeta.

—Quiero decir que con sus anteriores víctimas siempre dispuso de algún tipo de ventaja, una pistola eléctrica, un estilete, la propia sorpresa del ataque.

—Es posible que le hayan buscado, pero me extraña, su fama no debe atraer a matones.

Durante un largo minuto se hizo el silencio en el despacho de la comisario que mantenía la mirada fija en la revista. El inspector jefe lamentaba haber decidido llevar su ruptura con el tabaco hasta el final. Se rascó la cabeza mientras lanzaba un largo suspiro.

—¿No la vas a llamar?

Rocío pareció despertar de un sueño.

—Hay veces que me planteo si es bueno o malo que nos conozcamos tanto— dedicó a su compañero una mirada agradecida— estaba pensado en ello, no quiero asustarla.

Su teléfono móvil comenzó a sonar.

—Hablando de la niña, ¿se habrá enterado?— esbozó una media sonrisa y atendió la llamada—Pati, pensaba llamarte, cuéntame.

—Mamá, estoy preocupada.

Prados tapó el auricular del móvil y miró a su compañero.

—Creo que ya lo sabe— dijo moviendo los labios, sin emitir sonido alguno.

El inspector jefe negó con la cabeza.

—¿Preocupada…?

—Sí, no sé nada de Marta desde el domingo que los dejamos en su casa de Venturada. No me coge el teléfono, he llamado a su madre y dice que la última vez que hablaron fue el domingo por la tarde, que se iban a quedar un par de días más.

—Pues ya lo sabes.

—No, mamá, siempre me responde.

—¿Qué estás pensando hacer?— en cuanto formuló la pregunta fue consciente de la naturaleza de la respuesta que iba a recibir.

No se equivocó.

—Acercarme.

—¿Con Fernando?

—No lo sé, está terminando las prácticas, le preguntaré.

Rocío asintió. Había llegado el momento.

—Oye, Pati.

—¿Sí?

—Verás, eh…

—¿Qué pasa?

La comisario tomó aire.

—Me acaba de llamar el director de la prisión de Alcalá Meco. Estaban trasladando a Agustín Marcial a Soto del Real y han tenido un accidente.

—Sí…

—Se ha escapado.

—¿Gus... se ha... escapado?— cada sílaba partió de su boca envuelta en incontables capas de angustia. Tuvo que sentarse, dejó caer la frente sobre la palma de la mano y ahogó un grito.

—La Guardia Civil lo está buscando, no habrá podido ir muy lejos.

Silencio.

—¿Pati?

—Sí, estoy aquí. ¿Por qué le trasladaban?

—Hubo una pelea y mató a un recluso.

—¿Te han dicho por qué se pelearon?

—No, pero me enteraré.

De nuevo, silencio.

—Estaré bien, no te preocupes.

—Voy a ponerte seguridad y…

—No, mamá, me voy a acercar a Venturada. Creo que Blanca Morega y su hermana la necesitan más que yo.

—Salgo para su casa ahora mismo. Ten cuidado, no vayas sola ¿de acuerdo?

—Luego te cuento.


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