"No olvidaré tu rostro" cerca del final
Estamos llegando al final de la novela "No olvidaré tu rostro, Ni el tuyo...ni el tuyo". Casi cuatrocientos folios que indican que el desenlace no tardará. Desconozco, en estos momentos, cómo será, alguna idea tengo guardada, pero confío que los personajes me aporten las suyas.
Os dejo un capítulo, se desarrolla en el Centro de Socorro Juvenil "La Esperanza", Un lugar en el que suceden cosas extrañas.
Capítulo 22
La vida en La Esperanza había perdido todo el interés para Cris. Cierto que tenía a Susa, con la que cada vez se sentía más cercana. Pero sabía que eran muy distintas. Tomasa era más como ella, pero desde que logró zafarse del vigilante su carácter se había vuelto más hostil. Posiblemente la culpa no fuera por el maldito vigilante si no porque la directora no le denunció.
—Por lo menos ya no está aquí— apuntó Susa intentando que Tomasa se tranquilizara.
—Lo sé, si doña Herminia no aparece, un día… un día lo mataba…— afirmó convencida mientras sellaba un beso entre sus dedos con la mirada más allá del suelo—…lo juro.
Susa dejó caer su mano sobre el antebrazo de Tomasa, ofreciéndole su apoyo.
—No necesito tu lástima— sacudió el brazo como si de repente se le hubiese pegado algún bicho asqueroso y se alejó corriendo.
—Déjala, lleva razón. Ha sufrido mucho aquí.
—Sí, yo no sé cómo estaría si hubiese pasado lo mismo. No quiero ni pensarlo— giró su rostro afectado buscando los ojos de su amiga— ¿por qué la directora no hace nada?
Cris se encogió de hombros.
—No entiendo a los mayores, nunca los he entendido ¿y tú?
En el rostro de Susa se dibujó una sonrisa melancólica dedicada a sus recuerdos.
—A la directora, no, ni a los vigilantes, pero…
—¿Pero?
Los enormes ojos claros de Susa se clavaron en la mesa, con un dedo trazaba círculos lentamente.
—Me acuerdo mucho de mis padres y de mis hermanos.
—¿Los echas de menos?
—Sí, todo el rato…
Cris sabía que su amiga había perdido a su familia en el incendio de su casa. Desde aquel día el estado se había hecho cargo de ella, pero no había tenido suerte con las diferentes familias de acogida. Parecía que en cada casa que entraba la desgracia llegaba pisando sus talones y de nuevo a los Servicios Sociales.
Sin embargo, Cris estaba empezando a comprender qué podía sentir la gente cuando aseguraba que echaba de menos a alguien. No, no había nadie en su vida pasada a la que deseara volver a ver. Ni a su madre, que jamás hizo nada para evitar los abusos de sus parejas. Al revés, en alguna ocasión cuando se resistía entraba en su dormitorio y le rogaba que por favor hiciera lo que le pedían, que era lo mejor para las dos. Que necesitaban el dinero.
“Toñín…”
Sí, estaba aprendiendo lo que debería ser esa sensación de echar de menos. Desde que se fue, sentía como unas punzadas en medio del pecho cuando se acordaba de él, que era una hora sí y la siguiente también.
“¿La mujer mayor?”
Sí, también podría echar de menos a esa mujer que le hablaba de la lluvia, pero no lograba limpiar de sus recuerdos la pátina turbia que cubría su rostro.
—Hola chicas ¿cómo estáis?— la grave voz de Raúl las sorprendió por detrás— me he cruzado con Tomasa, iba muy enfadada.
—Sí, mucho— apuntó Susa.
Desde que Toñín se marchó, Raúl parecía un alma en pena. La chica que le gustaba, Susa, no parecía corresponderle, además era consciente de que se trataba de una persona demasiado educada para él. Le llevó bastante tiempo comprender que aquél beso que ella le dio sólo era una prueba de amistad.
—¿Sabes que Tomasa está por ti?— soltó Cris sin venir a cuento, o quizá si venía a cuento, al menos para ella, al observar las veladas miradas que lanzaba a Susa que parecía no darse cuenta de nada.
La mirada de Raúl se achicó.
—¿To…Tomasa por… por mí? —llevó el dedo índice a su pecho. No sabía si sonreír o no.
—Sí, pero no te lo dirá.
—¿Por qué?
En esta ocasión fue Susa la que tomó la palara.
—Pues porque una chica no dice esas cosas, Raúl. Sois vosotros los que os tenéis que arriesgar si queréis algo— expuso sin dejar de hacer círculos con el dedo sobre la mesa.
Esa noche, tumbado en la cama, con la mirada en el techo Raúl repasaba una y otra vez la afirmación de Cris sobre Tomasa y su amor callado. Sí, se podía imaginar con ella, era una chica más acorde con su forma de ser, de expresarse y de comportarse, pero tenía que darse prisa, estaba a punto de cumplir los dieciséis y le cambiarían de centro.
“De mañana no pasa”
No pasó.
Era domingo, esperó a que terminara el desayuno y se acercó a Cris.
—Se lo voy a decir ahora pero seguro que me pongo a tartamudear y haré el ridículo y no querrá saber más de mí.
—Con lo grande que eres y la de tonterías que dices, hijo.
Raúl la miró sin saber cómo tomarse sus palabras.
—Díselo y verás como todo va bien.
—Vale. No me queda otra, en una semana es mi cumpleaños y me cambiarán de centro.
—¿Sí? Pensé que era más tarde.
—¿Damos una vuelta?— la voz de Susa puso fin a la conversación.
—Vale— Cris miró a Raúl, con voz queda añadió: —ahí viene…
Parecía especialmente contenta, su espigada figura destacaba entre los internos que charlaban animados en torno a las mesas del comedor. Se había recogido la melena pelirroja en dos coletas que le hacían parecer aún más traviesa de lo que era.
—Se parece a Pipi Calzaslargas— murmuró Susa.
—¿A quién?— quiso saber Raúl.
—Pipi es una chica muy divertida de una serie que mis padres nos ponían en la tele.
—Vámonos, Susa, que tienen que hablar.
Las dos amigas salieron al exterior, eso pretendían pero Susa fue requerida por Rebeca, la directora tenía que hablar con ella.
Cris salió al jardín.
Su promesa de no decir nada de lo que le había hecho el vigilante y lo que pasó después con Toñín le hacía sentirse mal. No por guardar el secreto a sus amigas, eso era lo de menos sino porque sabía que algo pasaba en el centro y lo callaban. Las palabras de Susa la noche del mismo día que llegó se repetían con demasiada frecuencia en su cabeza.
“Oye… túmbate si no quieres que se te lleve…”
Casi todos los internos sabían que algo sucedía, unos desaparecían de repente, otros se escapaban. Eran más chicas que chicos. A menudo se preguntaba qué habría ocurrido si Toñín no entra aquella noche en el sótano.
“¿Le habrá pasado lo mismo a otras chicas?”
No tenía respuesta para eso.
Una sí; Tomasa.
Dio una patada a una pequeña piedra, elevó la vista al cielo y como por arte de magia se fue formando una idea en su cabeza. En su semblante se dibujó la mejor de sus sonrisas. Salió corriendo y subió a la habitación evitando a las encargadas de mantener el orden en La Esperanza y a los tres vigilantes de día. Abrió su armario. De la parte superior se hizo con un pitillo del arrugado paquete de Fortuna, del estante inferior cogió su cuaderno, un bolígrafo y regresó a su lugar preferido del jardín.
Tenían prohibido fumar, tampoco era algo que disfrutara pero en esos momentos el cuerpo se lo pedía. Apoyó la espalda en un robusto tronco al otro lado del murete que delimitaba el jardín, y encendió el pitillo. Con la primera calada condujo su mirada hacia las nubes, buscaba un mínimo de inspiración para hacer algo que nunca antes había hecho.
“Hola Toñín.
¿Cómo te va con el policía? ¿Estás a gusto en tu nueva casa? Espero que no te moleste esta carta. Como Raúl se va de La Esperanza, le ha salido un granjero que le ha ofrecido trabajo y si con el tiempo se llevan bien quizá se quede en la familia. Está contento, pero triste porque se acaba de hacer novio de Tomasa. Estaba claro.
Había escrito otra carta pero la he tenido que tirar porque lo que te digo de Raúl me lo acaba de contar. Pensaba decirle que cuando le cambiaran de centro echara la carta al buzón. Si te estás preguntando cómo sé tus señas, te diré que Rebeca lo tiene apuntado todo en una libreta que guarda en un cajón.
Aquí todo sigue igual. Raúl se acuerda mucho de ti, bueno y nosotras también.
Nos han dado una clase de informática, por lo visto podemos enviarnos correos por el ordenador. Tengo una dirección a la que me puedes escribir. Lajusticia@gmail.com no sabía qué poner y se me ocurrió eso, ya sabes por qué. Entérate de cómo se hace y me envías uno. Lo miraré desde el ordenador de Rebeca o de alguno del centro o ya veré cómo lo hago.
Si puedes hazlo el día 20, dentro de quince días, buscaré la forma de leerlo.
Te dejo que tengo que volver, seguro que me están buscando.
Tu mejor amiga, Cris”
Cuando regresó a La Esperanza pudo comprobar que sus palabras resultaron ciertas. Tomasa y Raúl caminaban juntos, sus semblantes lo decían todo.
—Esta semana va a trabajar en una granja—intervino Tomasa— se lo acaba de decir la directora.
Raúl asintió orgulloso.
—Si va bien, se podrá quedar en la familia.
—Me alegro mucho por ti, pero me vas a hacer cambiar mi carta.
—¿Tu carta?— quiso saber Tomasa.
—Tienes sobres, ¿verdad, Susa?
—Sí.
—¿Me dejas uno?
—Pues claro, están en mi armario.
Los cuatro se encaminaron hacia el dormitorio. Raúl las esperó fuera.
—¿Para quién es?
—Para Toñín— soltó mientras negaba con la cabeza como diciendo; vaya pregunta, para quién si no— dejadme un rato que tengo que volver a escribirla—miró a Tomasa— ¿os habéis hecho novios, eh?
La espigada pelirroja asintió feliz.